El tema de las bicicletas está últimamente muy de moda. Para bien y para mal. Unos (generalmente aquellos que prefieren usar el coche) se quejan de la creación del carril bici de Santa Engracia, de la molesta existencia de los llamados ciclo-carriles o de las malas prácticas de los ciclistas. Los ciclistas, en cambio, solicitan más espacio destinado en exclusiva a la bicicleta, para conseguir una mayor seguridad, quejándose de que los conductores no tienen ningún respeto y ponen en peligro sus vidas.
Es un poco por esto y otro poco por interés propio que he querido escribir sobre este tema. Y, la verdad, pensaba que era un tema que ya estaba más trabajado. Pero lo único que logré encontrar en referencia a esto era una nota sobre que el conde de Peñalver había sido quien instauró el permiso de circulación para las bicicletas. Es un artículo de 2014.
Lo cierto es que no he podido encontrar si lo del permiso es cierto, pero sí he podido encontrar, rebuscando en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, algunas informaciones sobre el origen de la regulación de las bicicletas. Debido a problemas similares a los que comentaba arriba su uso fue objeto de regulación ya en 1884. Por aquel entonces todavía no se llamaban bicicletas, pues no lo eran. Se llamaban velocípedos. Cacharros como el que encabeza este artículo.
Esta primera regulación afectaba en concreto a la circulación por el Retiro, y decía lo siguiente:
Era un recorrido más bien escaso el que podían hacer los velocípedos dentro del parque. Curiosamente no coincide en nada con lo que hoy es la zona que ciclistas y patinadores prefieren, que es el Paseo de Fernán Núñez.
El alcalde era, por aquel entonces, Gonzalo de Saavedra y Cueto, marqués de Bogaraya. Y respondía no solo a las quejas de los ciudadanos madrileños, sino a las quejas de los ciudadanos extranjeros. Porque, sí, también los ciudadanos extranjeros presentaron públicamente sus quejas por la actividad de los velocípedos en el parque del Retiro.
Sin embargo, la regulación tiene que ver únicamente con la circulación de los velocípedos por el parque. ¡Tenemos que esperar 11 años más para ver una regulación de la circulación por las calles de Madrid! Cierto es, también, no había muchos de estos cacharros en estos años. Es más, se podría decir que entre 1885 y 1890 la “moda” había decaído un poco.
Es en los años 90 de ese siglo cuando se recupera, ligada ya a la clase media más que a la aristocracia, y por tanto con un número mucho mayor de bicicletas (sí, ¡ahora ya sí son bicicletas como las conocemos!). El caso es que esta mayor presencia, que tiene ahora que ver con la bicicleta como medio de transporte, genera más problemas. Que si niños atropellados por aquí, que si caballos encabritados por allá… Y estos problemas generaron acérrimos enemigos, como el diario La Unión Católica, en el que llegamos a ver lo siguiente:
Ciclismo y anarquismo; bicicleta y bombas… ¿Qué será lo próximo? Hay que reconocer, eso sí, que parece que en aquellos años muchos de quienes usaban bicicleta se tomaban muchas libertades a la hora de ir de un lado a otro. Y más de uno se daba a la fuga después de hacer mal las cosas.
El caso es que en julio de 1894 se detuvo a numerosos ciclistas por no haber pagado un impuesto de 10 pesetas necesario para obtener el permiso de circulación de bicicletas (siento mucho no haber encontrado de momento el arbitrio que regula esta cuestión). Fue el señor conde de Romanones, alcalde de la villa, quien mandó revisar que se hubiese cumplido con ese arbitrio.
Para ir terminando, voy a cerrar el círculo. Vimos que el primero (o uno de los primeros) en regular el uso de los velocípedos en Madrid fue el marqués de Bogaraya. Pero se limitó, como alcalde, a regular el uso en el parque del Retiro. La cuestión está en que este mismo hombre reguló en 1895, y ahora desde el cargo de “gobernador civil” de la provincia de Madrid, el uso en las calles. En este caso no he encontrado noticia en el Diario Oficial de Avisos, aunque se puede encontrar idéntico texto en La Iberia, La Justicia, El Correo español y El Deporte Velocipédico. Como curiosidad: en este bando se prohibía circular por calles de menos de cuatro metros de anchura. Ya me estoy imaginando a los ciclistas, al llegar a una calle pequeña, apeándose del aparato para sacar el metro y medir el ancho antes de entrar en la calle.
Por cierto, ¿no os recuerda todo esto, también, a las polémicas que se están dando con los segway o los patinetes eléctricos?
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