Hace relativamente poco llegó a mis manos un libro que merece ser recomendado. Ese libro se titula Azaña. Los que le llamábamos don Manuel, escrito por Josefina Carabias.
El libro trata exactamente de lo que dice el título: Manuel Azaña, uno de los políticos más relevantes de los años de la II República, visto por sus conocidos. En concreto por Josefina Carabias que, aunque no era su amiga, sí mantenía una relación de confianza con él. Esta relación empezó en 1930, cuando ella tenía 22 años y él, en cambio, había cumplido ya los 50. La relación no pudo durar mucho ya que él murió apenas 10 años después en el exilio, pero sí duró lo suficiente para poder dar una perspectiva más cercana de Azaña.
Para explicar la existencia de esta relación se hace necesario hablar un poco de ella. Carabias nació en el seno de una humilde familia abulense. Consiguió empezar (y acabar) Derecho en la Universidad Central de Madrid, para lo que se alojó en la Residencia de Señoritas, un ambiente ya de por sí propicio para la cultura.
Durante sus estudios y después de ellos fue asidua del Ateneo de Madrid. El Ateneo, que pasaba por ser uno de los grandes centros de la intelectualidad del momento, era un magnífico lugar para hacer contactos. Y entre los muchos contactos que hizo estuvo el de Manuel Azaña.
Al año siguiente se convirtió en la primera mujer periodista de España, colaborando en Estampa. Sin duda debió de resultarle de gran ayuda el hecho de que su primo Vicente Sánchez-Ocaña fuera director de este periódico, pues romper los moldes sociales no es cosa sencilla, pero no hemos de minusvalorar sus aptitudes. De hecho, su primera publicación fue una de gran mérito: consiguió ser la primera persona en entrevistar a Victoria Kent (páginas 50-51), una vez que esta se convirtió en la primera mujer en ocupar un cargo político relevante en España.
Dicho esto creo que queda ya claro que Carabias no es cualquiera. Puede quedar la duda, eso sí, sobre la cercanía o no a Manuel Azaña. A tenor del libro uno diría que era una relación de confianza que no pudo ser más estable por las circunstancias del momento y de los protagonistas, pero que al fin y al cabo fue cercana. Y esto resulta muy bueno para el libro, porque nos aleja del Azaña político y nos acerca a su lado más humano. Un Azaña que poco se parece al personaje duro y serio que presentaba la prensa, y parece más bien eternamente preocupado al tiempo que iba sobrado de humor.
Ese Azaña humano es un personaje muy desconocido, seguramente por el hecho de que cuando se convirtió en una figura relevante lo hizo en un momento en el que las circunstancias no permitían muchas chanzas. Y en general porque en este país quienes tienen responsabilidades políticas suelen verse penalizados por no ser lo suficientemente serios si hacen la más mínima broma.
No entro en si Azaña fue buen o mal presidente, en si era mejor o peor persona. Simplemente os recomiendo este libro para que podáis conocer también a la persona, y no sólo al político. Aunque sea bajo la mirada subjetiva de una amiga.
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